Larry (Capítulo IV)
Capítulo 4
Algo insólito paso el día de ayer: había acompañado a Larry a una pequeña presentación de poemas en un prestigioso Hotel, y mientras observaba su tan elegante manera de vestir (una camiseta manchada de grasa, vaqueros desteñidos y una gabardina negra descolorida) simplemente pensaba en la capacidad de representación real y hasta cínica de ciertas personas, cuando de la nada una sordera me resto espacio a los demás pensamientos y me precipitó a una rabia creciente... Salimos de allí, pasada la media noche, y Larry iba completamente ebrio agarrado del culo de una camarera realmente fea, pero con un culo encantador, y yo, que apenas había mojado los labios en una cuba, me moría de sueño y maldecía al cielo porque, gracias a la música presentada entre los aperitivos y la culminación de la presentación además de varios imbéciles del público gritando cosas como: 'Larry, tu voz como el culo, pero tu letra es exquisita' ; mi sordera había acentuado y ahora no escuchaba absolutamente nada con el oído izquierdo.
- Jota -me había dicho la camarera -Larry dijo que eras muy mono y hablador, pero parece que hoy no estás de humor ¿cierto?
Yo, que en realidad no veía nada de agradable en aquel esperpento, me limité a gruñir y entrecerrar mis ojos simulando dormitar en una pared del Hall.
- Ahora estás demasiado ebrio o demasiado aburrido -me dijo -y sin embargo yo muero de ganas de hablar contigo! ¿Me escuchas Jota?
- Amigo -dijo Larry con un esbozo de sonrisa en su cansado rostro -la has impresionado... Pero bueno, al fin y al cabo uno no sabe para quien trabaja ¿no? y bajando la mano hacia su bolsillo, soltó a esa mujer, que abandonada ya por quien no quería ser pretendida se arrojo con abandono hacia mí.
- Querido -me dijo al oído con una voz calentona y un aliento que hervía de deseo -está noche quiero que te portes mal conmigo... Que me trates como la maldita puerca que siempre quise ser... que me arranques la ropa que con ella se vaya toda mi decencia!
- Oye, mierda... cálmate -le dije -. Simplemente quieres que te coja, verdad? pues está bien, pórtate lo mejor conmigo que ando jodido, ok?
- Cariño, voy a hacer que pierdas la noción de todo cuanto concoces, solamente tienes que dejarte lleva.
y diciendo esto se acomodó la ropa de trabajo, se manoseó el culo para acomodarse el interior y se fue guiñándome un ojo coqueta.
Mierda! solamente esperaba que en este momento alguien apareciera y me disparara en el pie, que me golpearan o algo... que alguien pudiese demostrarme que estaba aquí, que seguía vivo, que no era solamente un amasijo de carne y tripas moviéndose al compás de una acción, pero ni esa noche fue la indicada, y de hecho creo que ni la vida que se me había destinado había sido la correcta.
Volvimos al apartamento, porque quien conducía era yo, y la camarera se hallaba roncando medio hundida en el asiento, y su rostro no se adivinaba por las sombras que proyectaba el oscuro camino; Larry por otro lado, iba ensimismado en sus pensamientos, manteniendo de seguro un monólogo de rato en rato y con los ojos un poco desorbitados por alguna sustancia de la que era presa su cuerpo.
Cuando logré aparcar y apagué el auto una tormenta de sonido me crispó los nervios; todo se iluminó alrededor y encontré la razón de todo: a André se le había ocurrido la gran idea de organizar una fiesta sorpresa para Larry, pero lo que ella no sabía, o no se había enterado era de que si algo odiaba Larry eran las sorpresas. Así que cuando se acercaba a abrazar a mi amigo este no espero nada y descargó una sonora bofetada con tanta fuerza certeza que la mandó casi sin sentido al suelo. no pude hacer nada más que apenarme por ella.
- ¿¡Pero que carajo haces maldita!? ¿Quién te dijo que yo quería una maldita fiesta, imbécil? -y dicho esto la agarró del cabello y la arrastró por unos instantes.
Presto como estaba, me adelante para intentar calmar a Larry, pero en aquel preciso momento estalló Donna Summer a todo volumen y me taladró el oído, y me quedé desorientado por algún tiempo; además aquella camarera había reaccionado y se agarraba a mi brazo como con furia.
- Tengo miedo Jota- me decía mientras se acurrucaba en mi brazo y lo hundía entre sus pechos.
- Sabía que algo de él no me atraía, ahora ya se el qué era - susurró.
Pasó el tiempo, los ánimos se había calmado y algunos invitados a la fiesta que no debía hacerse se quedaron todavía, por lo que resultó hasta agradable. Larry en aquel momento se hallaba comiendo con furia la boca de André, que tenía los ojos hinchados y parte de la cara también, y otros se habían retirado un poco para coger, por lo que eso se había convertido casi en un Bacanal al mas estilo griego hasta el amanecer.
Me levanté y en seguida una losa pesadísima se posó en mi cabeza y oídos.
- ¡Mierda!- reñí para mis adentros. - tengo que dejar esta mierda ¡Basta de Procrastinar! -. Me vestí, dejé a la camarera (nunca supe su nombre) desnuda como estaba y me dirigí al hospital.
Una fila enorme solamente para recibir información, otra para sacar un turno de una puñetera máquina y cuando por fin logre llegar a la consulta, el hijo de puta del médico se paso media hora dándome lata y divagando sobre el cuidado que tendría que tener en cuanto a mis oídos, para comenzar luego con su labor.
Una hora después, con los oídos destapados y llorando, descubrí que el ser humano y todos los animales no solamente podían expulsar mierda por el culo, sino que estaban todos hasta con las orejas llenas de eso!
Sinceramente la vida en el planeta era en si un asco.

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