Larry (Capítulo X)
Capítulo 10
Por la televisión pasaban películas de acción, y yo me entretuve mirando mientras bebía con la mujer hasta que en un momento dado comencé a emborracharme... tengo flashes, pero recuerdo haberme levantado para ir a decirle al conductor que necesitaba vomitar y recuerdo haber recibido una funda plástica y unos gruñidos como respuesta; supuse que no se comió la mentira del mareo por el viaje, ya que el olor le debe haber llegado como una bofetada, pero en fin, me acomodé en un asiento libre y descargué, descargué mucho y con mucho ruido, y eché esa funda debajo - que se jodan - dije, y regresé a mi habitual asiento para dormir.
Me despertaron los ronquidos de cerdito de aquella mujer que ya abandonando todo pudor había liquidado la botella y tenía entreabierto el abrigo; me dolía terriblemente la cabeza, y al sacudirla sentí que el mundo se me venía encima. Maldita resaca.
¡Dios, que viaje tan largo era ese!... la película había acabado hace ya bastante tiempo, y el conductor había puesto en su lugar una suerte de música aburrida y amodorrante, en conjunto con lo monótono del viaje acabaron de hacerme perder la paciencia. me revolví en el asiento haciendo que la mujer cambiara de posición y abriera su boca como un pozo y note que junto a ella había un antiguo intercomunicador sonando de modo insistente, así que me dispuse a tirarlo por la ventana y cuando intente alcanzarlo ella se levantó y me acertó un bofetón.
- ¿Qué estás haciendo? - me pregunto soñolienta
- Tienes una mierda sonándote el culo - respondí furioso. - pensé que sería importante
- pues si lo es, pero pide permiso para la próxima, no vaya a ser que te joda
- Esta bien, chica - dije retirando mi humanidad de su lado
- Pero no te alejes... ¿cuántos años tienes?
La pregunta me revolvió mi ya de hecho pésimo carácter, y decidí que era mejor no responder, era solo un viaje y no iba a dejar que me lo arruinara; en eso el bus volvió a patinar para detenerse en seco segundos después, haciendo que mi nariz se reventara contra el respaldo del asiento delantero.
Se subieron tres tipos encapuchados y armados y al grito empezaron a desvalijar a los pasajeros.
- Quieta - le susurré a la mujer. - Arroja lo que tengas de valor entre los asientos y déjales algo de calderilla en un lugar visible. yo también hice lo mismo, y cuando se acercaron por más que rebuscaron y descubrieron las desnudeces de la mujer solo se llevaron las monedas.
Cuando ya pasó todo la mujer tenía una mueca de horror marcada en la cara, además de su palidez y su orina, y yo en un espasmo involuntario me aferré a ella en un abrazo, para quizá calmarla, y esto hizo que llorara desconsoladamente; sus hermanas vinieron también y en general se hizo un caos.
Después de finalmente una hora más nos quedamos todos en el pueblo donde ellas habitaban, decidido a quedarme como su huésped.

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