Martina
Justo era un comerciante informal establecido en
la bella ciudad de X…, famosa por la hermosura y sencillez de sus mujeres, la
parsimonia de los caballeros y la tan ansiada pasividad de su contorno
geográfico; Justo había nacido y crecido aquí, se había casado con una hermosa
señorita del pueblo vecino, y había procreado tres muchachas de belleza sin par
en todo el entorno.
De las tres hijas de Justo, Martina, la menor,
había heredado además de la apostura de su madre y de la simpatía de su padre,
una suerte de poderes sensoriales, que le permitían visualizar cosas que
normalmente no deberían verse…, nunca; y
como ahora cursaba la edad de 12 años, había crecido interactuando con dichas
cosas-seres-entidades, que si bien en su momento no habían causado mayor daño,
producían en los padres el temor y la desesperación frente a lao desconocido.
Un mes antes de la tragedia, Martina, junto a sus
hermanas, había desaparecido alrededor de cuatro días del hogar sin dejar
ningún rastro, y Justo, no queriendo preocupar a su esposa había preferido
inventarles un viaje, y las había estado buscando incansablemente por el bosque
que rodeaba el poblado, por si las hallaba sin sentido… o algo peor, mas todas
las búsquedas habían sido infructuosas
Las muchachas habían aparecido la mañana del
tercer día, sin signo alguno de violencia o cualquier incidente, pero
completamente desnudas y con una escarificación en la espalda baja, de forma
indefinible a simple vista, pero algo parecida a un signo rúnico sumamente
antiguo; ningún justificante presentaron ellas a su padre sobre la
desaparición, ninguna anormalidad saltaba a la vista de la ignorante madre,
pero una suerte de rito religioso y metódico comenzó a hacer gala en el cuarto
de las chicas desde esa noche.


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